6 de abril de 2013

Historia de la XIII Centuria. La muerte de Melghar.


Salve Lectores!!!

Hoy sábado os presento un nuevo relato de la Décimo Tercera Centuria, mi pequeño ejército de los hijos de Mortarion. 

Como ya os comenté en la entrada anterior de Librarium he unificado los relatos que tengo sobre mis ejercitos. Tras la presentación de la campaña por Khimerrha en dicha entrada os dejo ahora con la entrada de mi centuria en la batalla.

Jijijii...jijijijiji...jijijijijiji...puaj...jijijijiji...jijijijiji...puaj...jijiijijijiiiiiiii 
La risa, húmeda y aguda, llegaba hasta el rincón más oculto de la bodega de embarque aunque no se supiera de donde provenía. El hechicero Tospherius había reunido allí a lo que quedaba de la décimo tercera centuria de la cuarta compañía de la Guardia de la Muerte. Un milenio de constantes guerras, batallas, viajes por la disformidad, mutaciones y enfermedades había reducido considerablemente su número. Ya quedaban pocos de los otrora orgullosos y marciales astartes. Apenas unas escuadras formadas por individuos deformes y mutados, llenos de pústulas, heridas sangrantes y hediondas mutaciones. Hace mucho tiempo que los recicladores de aire no funcionan en el pecio de plaga Espíritu de Mortation pues de otra manera ni a toda potencia habrían podido limpiar el irrespirable hedor que había en la bodega. 
De repente la risa se silenció. Entró en la bodega Grevhor, el lugarteniente de la centuria, aunque hacia siglos que nadie se refería a él por ese rango. Y menos ahora que había comenzado su transformación definitiva para ser elevado a Príncipe Demonio. Su cuerpo lejanamente recordaba al de un ser humano. Hinchado hasta lo imposible e informe, donde apenas se distinguían las formas del antiguo astartes. Su cuerpo estaba encajado en un palanquín que era transportado por una pequeña legión de nurgletes. Pese a su tamaño, Grevhor seguía siendo un guerrero formidable que no rehuía nunca la batalla, como demostraban las oxidadas armas que colgaban del palanquín, formando una muda amenaza de su poder. El silencio dominaba la bodega mientras Grevhor recorría las filas de sus guerreros, hasta llegar al estrado donde Tospherius le esperaba. Su fiel hechicero, su vidente, su consejero y su más viejo amigo. Había sufrido nuevas y horrendas mutaciones en su último viaje por las sendas del empíreo. Sin embargo, había merecido la pena estas últimas predicciones, entre los diversos futuros había visto como el Gran Padre Nurgle le otorgaba a demonicidad a Grevhor por una última victoria.
Por ello estaban orbitando alrededor de Khimerrha, un planeta de la Franja Este del Ultima Segmentum, y epicentro de una cruzada religiosa imperial. Bajo sus grandes desiertos hay numerosos secretos de todas las especies dominantes de la galaxia, tan importantes que nadie se atreve a destruir el planeta. Durante su larga historia ha sido colonizado por eldars y humanos, atacado por salvajes hordas orkas y punto de asentamiento de numerosas especies xenos. Ahora de nuevo estaba en el punto de mira. Los signum que aún funcionaban en el pecio de plaga habían detectado al salir de la disformidad barcazas de combate de los marines del Falso Emperador junto con transportes de los débiles soldados de la recién creada Guardia Imperial y de esa organización imperial a la que llaman presuntuosamente Inquisición. Además había ecos de señales eldars. 
Jijijii...jijijijiji...jijijijijiji..puaj...jijijijiji...jijijijiji...puaj...jijiijijijiiiiiiii...puaj...puaj 
Al llegar al suelo la última flema se convierte en un nuevo nurglete vociferante que dando agudos gruñidos se esconde entre las blindadas botas de los guerreros astartes. Tras aclararse lo que era su garganta Gervhor comienza su arenga.
 - Hijos míos, de nuevo la décimo tercera ha sido llamada para la acción. El Gran Padre nos pide que conquistemos el planeta y que convirtamos la masa de peregrinos en profetas de la plaga. Que exterminemos a quien se oponga a nuestros objetivos y que sirvamos sus cuerpos y sus almas en un altar de plaga y muerte para bendecir el planeta entero.
Un griterío ensordecedor silencia a Grevhor, que se permite una sonrisa y una mirada de complicidad con Tospherius.
 Jijijii...jijijijiji...jijijijijiji..puaj...jijijijiji...jijijijiji...puaj...jijiijijijiiiiiiii 
Como siempre el sonido de su risa acalla al instante a sus guerreros. Saben que tras ella se puede esconder la mayor de las demostraciones de ira, o ser simplemente buen humor. El silencio vuelve a reinar en la bodega hasta que Grevhor continúa su discurso.
- Debemos luchar en el planeta, no solo porque nuestro Gran Padre Nurgle nos lo pida, y su palabra como sabemos es ley para nosotros, sus hijos más bendecidos, también os lo pido yo, vuestro lugarteniente. Os dirijo desde el asedio del Palacio del mil veces maldito Falso Emperador. En sus muros caídos el mismo Mortarion me nombró vuestro lugarteniente, y desde entonces os he comandado. Y he debido hacerlo bien. Fijaros en vosotros mismos, las bendiciones que Nurgle ha volcado en cada uno, en los toques personales que os ha otorgado en los últimos mil años. Y ahora me toca a mí. Si conseguimos cumplir la misión que se nos ha ordenado me será concedido mi premio y os dejaré… 
Antes de que pueda continuar los guerreros más fieles comienzan a lamentarse. Saben como otras centurias han acabado convertidas en simples engendros porque sus comandantes y señores les han ofrecido como sacrificio al Gran Padre. O han muerto en misiones sin sentido, sin propósito, sin honor, indignas de la Guardia de la Muerte solo por avaricia o simple locura. Grevhor ha sido un gran lugarteniente, temen que pueda ser de ellos una vez él no este con ellos.
- Dejarme continuar, hijos míos, dejarme continuar… jijijiji...puaj...jijijiji..jijijiji... os dejaré porque Nurgle me llama a su lado, como nuestro amado primarca Mortarion, como el gran capitán Grulgor y otros grandes guerreros de nuestra legión. Mi cuerpo ya no soporta la fuerza de mi poder. La disformidad recorre mis venas, la enfermedad consume mi cuerpo mortal jijijijiji jijijijiji y merezco dar el último salto a la gran existencia, este camino intermedio entre la mortalidad y la demonicidad no es suficiente para mí. He luchado, hemos luchado para ganarme mi ascenso, y esa hora ha llegado ya. ¡¡¡HA LLEGADO YA!!! Jijijijiijijiji...puaj...jijijijijii 
Gritos y más gritos acompañaron las últimas carcajadas, voces que lo aclamaban, hurras por su lugarteniente, pero también gritos para hacerse oír entre la algarabía. Algunos de los guerreros querían dar su opinión, sabían que este momento llegaría algún día y quieren posicionarse para ser nombrados herederos de Grevhor,
- Mi señor, mi señor – una voz grave, poderosa, acostumbrada a mandar se hace con el control de la bodega – soy vuestro campeón favorito. Soy Melghar, paladín de la vuestra escolta, vuestra punta de lanza en los asaltos, y debo ser yo quien ocupe vuestro lugar tras vuestro ascenso, nadie se lo merece más que yo... 
De nuevo los gritos inconexos acallan las frases con sentido. Nadie acepta estas palabras. Se desenfundan oxidadas pistolas y pestilentes armas de cuerpo a cuerpo, detractores y seguidores de Melghar se agrupan entre ellos, quedando enfrentados. 
- Esta es la pasión que quiero ver en el campo de batalla pero no aquí. Jijijii... jijijijijiji..puaj...jijijijiji... Melghar, mi amado Melghar, cierto que has sido mi fiel seguidor desde que yo era un simple sargento de escuadra, pero...jijijijiji...jijijiji – entre carcajada y carcajada intercambia una furtiva mirada con Tospherius que comienza a entrar en trance – pero... jijijiiji... pero hace mucho también que luchas por tu propio interés, desde que te concedieron el honor de ser miembro de las escuadras de exterminadores. Sé como sacrificas a tus hombres por tu gloria, con órdenes contrarias a las mías para conseguir objetivos que no te son ordenados y hacer sombra a los logros de los demás paladines... jijijijijijiji...puaj...jijijijij... pero eso se ha acabado... se ha acabado, hijo mío... jijijijijiji...JIJIJIJIJIJI...JIJIJIJIJIJIJIIIIIIIIIIIIII 
El miedo empezó a controlar a Melghar. Todos los astartes se separaron de él, tanto seguidores como opositores. El pánico le atenaza, empuña sus armas con fuerza, alerta a cualquier agresión. Nadie se le acerca, ¿quién se iba a enfrentar a un poderoso guerrero armado con una armadura de exterminador? Grevhor sigue riéndose sin parar en el estrado. Pero Melghar no está atento al suelo, donde los nurgletes se agrupan entre sus botas, cada vez en mayor número, hasta que no puede moverse. Trata de apuñalarlos, pero por cada uno que destruye salen dos ocupando su lugar. Le llegan a la altura de la cintura, siguen subiendo hasta el pecho, no puede moverse, le desarman, solo puede gritar y gritar. Mientras tanto Tospherius avanza hacia él con paso vacilante, en trance, murmurando en una lengua olvidada y prohibida. La fuerza de su poder se acumula a su alrededor, el báculo crepita energía. No queda nadie entre Tospherius y Melghar, y este ya no puede gritar. Está cubierto por completo de nurgletes y excreciones. Un rayo de pura energía surge del báculo y alcanza a la figura inmovilizada. Un horrible grito sigue al destello. Se produce una implosión bajo la masa de nurgletes que los destruye. Al disiparse los pesados gases tras la implosión  aparece un ser deforme, con retazos de armadura, músculos desproporcionados, cuernos y miembros sin sentido anatómico. Unos ojos sin párpados intentan enfocar a su alrededor. Lo que una vez fue Melghar ha sufrido el mayor miedo de cualquier servidor del caos, ser victima de demasiados regalos de sus dioses. Regalos que ya no pueden ser absorbidos por los cuerpos astartes y donde la locura acaba siendo el refugio para los desdichados bendecidos. Melghar comprende su destino, y entre los agónicos gritos de varias bocas cae en el pozo de la locura finalizando su transformación en un engendro del caos. El peor destino para cualquier orgulloso astartes.  
Jijijijijijii...puaj...jijijijijijiji...jijijijijii...jijijijijijijiii...puaj...jijijijijiiiji - Recordarlo hijos míos  lucháis por Nurgle y por mi, no por vosotros, no por vosotros. Preparad vuestras armas, la guerra nos espera, el Gran Padre nos convoca. 




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